La vez anterior que fui a Miami fue en enero del 2010, en esa ocasión, una ola de frío sin explicaciones nos congeló la sonrisa y el paseo con 3 grados centígrados en el día y 0 durante la noche. En esta ida, la semana pasada, no sé qué huracán ni por dónde, nos tuvo bajo la lluvia y entre vientos los cuatro días. Conclusión: El Miami de las postales con chicas en tanga por la playa y flamencos al sol… ¡¡¡ES UN MITO!!!
Pues bien, en un viaje que al principio nos pareció demasiado corto pero, dado las circunstancias climatológicas fue más que suficiente, nos fuimos del 15 al 18 de octubre a Miami a reunirnos con el mujererío de la familia. Allá llegaron primero mi madre y mi tía, después María desde Elon y Beatriz y Lina desde Panamá en el mismo día. Las ultimas en llegar fuimos Caroline y yo, que no cabíamos en nuestro propio pellejo de pensar que nos íbamos de viaje… sin maridos ni hijos.
El primer día, bajo una lluvia constante, fuimos a Joe’s Crab donde, para evitar filas, emperifollarnos y pagar precios muy altos, comimos en el “take out”, que es la zona tipo cafetería donde los precios son más accesibles y ¡no hubo que quitarse las converse!
Siguiente día, octubre 16, al ser el cumpleaños de Beatriz todas estábamos a la disposición de cualquier paseo naturalista que a ella le apeteciera. Pero ¡zas! Lluvias y vientos echaron por tierra la ida al Botanical Garden y ¿dónde acabamos? Pues de compras… Menos mal que no dejamos al tiempo que nos aguara toda la fiesta y fuimos a cenar delicioso al Melting Pot, donde nos pusimos hasta el moño de foundue de todo tipo, queso, carne, chocolate, etc. El día fue un fiasco con el clima pero Bea la pasó feliz su cumple con sus hijas, que era realmente idea ¿no? Porque por vegetación la pobre tuvo que conformarse con una palmera, toda despelucada por la brisa a la enésima potencia, afuera de Old Navy y un ficus en macetero dentro del Mall, y ese, creo que era de plástico.
El tercer día sí oficialmente era el designado para las compras y fuimos al Dolphin Mall. A mí es el que más me gusta, es de descuesto pero no out let, por lo que se encuentran mejores precios que en las tiendas regulares y, aunque no sean las gangas de los otros, no hay que bucear entre montones de tiendas, miles de personas y montañas de ropa, que puede tener hasta daños, manchas o alguna costura bien torcida para justificar el bajo costo. En el Dolphin, además, el tamaño del mall te permite caminarlo sin que quedes con callos y calambres en las piernas por una semana.
El día de regreso fue para quedarnos empacando y quietitas, que el presupuesto quedó reventadísimo y yo, que no iba a comprar más que un par de cosas, acabé con dos maletas. A mi favor diré que casi todo para mi familia ¡no me compré ni una cartera! hay que ver cómo cambian los tiempos….