Ya sé, es como irónico que justamente, en el que se considera el mes más pesado de la ciudad, yo haya decidido quedarme todos los fines de semana en vez de salir huyendo para el interior y que, además, lo haya disfrutado. Sí, este mes me sirvió para hacer las paces con la ciudad.
Los primeros días fueron de una nueva tanda de cumpleaños, el 2 el de mi padre, que celebramos en un reservado de La Posta. El 5 fue el de Darío, y como buenos padres de dos niños chicos nuestra mejor celebración fue, con unos quesitos, jamón serrano y chorizo, ver una película alquilada desparramados en el sofá, solos y tranquilos gracias a las instaciones de la casa de mi madre.
Por supuesto, como ya escribí en su momento, el 8 fue el día de la Madre, con su feriado incluído. Pero lo mejor de los primeros días de diciembre fue que estuvimos engañados con unos días preciosos de sol que nos hicieron creer (erróneamente como vimos después) que había llegado el verano temprano. Y, cuando le clima ayuda ¡la ciudad puede ser muy atractiva!
Disfrutamos mucho pasear por el Casco Viejo, las niñas estaban encantadas y la verdad las tardes al borde del mar comiendo raspa’o fueron fantásticas.
Qué lástima que este gobierno, con su actitud de bandoleros y su visión más corta que la manga de un chaleco, vaya a arruinar todo el atractivo construyendo un tramo vial sobre el mar que va en contra de toda estética y lógica. No sólo echan al traste la vista, que hace que la gente, nacional y extrajera vaya con gusto, sino que comprometen el estatus de Patrimonio de la Humanidad del San Felipe y, como en los peores tiempo de la historia mundial, este Gobierno lo hará «cambiando oro por espejos”. Hay situaciones que revuelven pero, mientras bien se pueda, disfrutamos de ese barrio y esa vista… mientras se pueda…
Todo hay que decirlo así que reconozco que también pateamos Mall parejo, en las horas de más sol y para matar las últimas horas de la tarde y cenar nos funcionó de maravilla. Pero, obviamente, los planes al parque Omar fueron mucho más interesantes con los niños. La verdad que ese parque está magnífico, con tantos juegos que puede tener mil niños y no se están pisando unos a otros, además de que estar al aire libre y rodeados de naturaleza no tiene precio ni comparación, por más humedad que pueda hacer. La verdad que la ciudad ofreció mucho y muy interesante, disfrutamos esos fines de semana que incluyeron hacer mandados con Mar, que se porta como toda una señorita, comprar y poner el árbol de Navidad e ir al correo para escribir y mandar la cartita al Niño Jesús. El fin de semana pasado si se aguó la fiesta, literalmente. El veranito inicial terminó para dar paso a unos aguaceros que ni en septiembre, con las predecibles consecencias: traques descomunales y todo el mundo, entre las lluvias y los regalos atrasados…. ¡¡¡Al Mall!!! Sin planes al aire libre y con una niña de tres años y un bebe nos sumamos a ese plan de locura. Saqué de bueno que fue una magnífica oportunidad para explicarle a Mar que cuando hay tanta gente uno debe estar muy pendiente de no perderse y siempre, SIEMPRE, de la mano de papá o mamá y nada de soltarse sin decir para donde va. Tengo que trabajar en una táctica clara para casos de emergencia… cuando yo era chica, donde más íbamos era a El Corte Inglés, y yo sabía que si me perdía, lo cual ocurría a menudo, debía ir a la primera caja registradora, decir que me había perdido y no moverme, si hacía eso tarde o temprano me encontrarían, y siempre fue así.
Bueno, al final, esta última semana ha sido de locos como todos los años: tráfico, correderas, mandados, regalos, comidas, amigo secreto, villancicos en todos lados, filas para pagar, filas para envolver, filas para esto y aquello, etc, etc. Y saben, toda esa locura forma parte de la Navidad, gente, gente y más gente. Uno no ve tanta gente en la calle como para estas fechas (Carnavales no vale, no es la misma tónica) y eso, en el fondo, está bien. La Navidad es compartir, y eso incluye las calles, el mall, los cajeros, el supermercado y todo lo demás que pone a prueba nuestra paciencia. La ciudad está en el mismo caos de un hormiguero recién pateado, no hay duda ¡llega la Navidad!
P.D. A Ana ya le salieron los dos primeros dientes, esta vez el arroz con leche será en enero….