Me considero una persona bendecida por la fe. Creo en Dios y creo en mi Iglesia. Sólo que en los últimos años, con los enredos de la maternidad y otras historias me fui alejando y algo se enfrió. Hace unas semanas le decía a mi confesor, “Padre, se me fue la fe”, el pobre casi se infarta, la verdad, creo que me explique mal. No es la fe, porque nunca he dejado de creer, lo que dejé fue de sentir.
Hace un par de meses mi madre se consagró como parte de una congregación en honor del Corazón de María. La misa y ceremonia era en el otro lado de la ciudad en plena hora del tráfico. Varias veces pensé en regresarme a la casa pero “algo”, la “conciencia” o lo que sea, me mantuvieron a través de ríos de autos. En el lugar se podía ver la fe y la emoción de los participantes y yo, nada, estaba ahí pero no sentía nada. Mi mente divagaba en mil cosas menos en lo que ocurría. Trataba de concentrarme pero lo único que atinaba a pensar es “esto parece que no va a acabar nunca”. Me sentía fatal pero era la verdad. Sacaron al Santísimo y pensé que entonces sí, como otras veces, sentiría esa presión en el corazón que es una bendición. Pero nada. No sentí nada.
Entonces me puse de rodillas y le dije a la Virgen “Virgencita mira, no sé que me está pasando, igual que el enamorarse, el sentimiento no se puede forzar y yo estoy bien apagada. Sólo te pido que a pesar de cómo estoy tú no te des por vencida conmigo ¿vale?, no me des por perdida y no me apartes de tu vista, no siento, pero quiero volver a sentir ¿Ok?. Bueno, vale, gracias y amén”. Me senté pensando “En fin, de algo sirvió haber venido, ya se lo dije y se lo dejo en sus manos. Ahora, a ver cuando se acaba esto que ya van a ser casi las 10pm”. Cuando finalmente salimos mi madre notó que tenía varias escarchas entre cara y cuello. Yo le quité importancia con un “¡Ay, qué cosas tienes!” pero dentro de mí sentí que la Virgen me hacía saber que me escuchó. Sí, eso sentí…
Los fines de semana se me hace muy difícil ir a misa. Estamos en el interior, la misa en la playa es en una hora complicada con las niñas, Mar no aguanta 10 minutos en ninguna, y el padre es bastante Valium (todo hay que decirlo, tendrá la mejor intención pero le supera). Pero desde hace unas semanas los miércoles en la mañana ese “algo” me recuerda de la misa del Padre Jorge los miércoles. Antes también sabía pero… siempre me acordaba tarde. Ahora, es como si tuviera un dispositivo de recordatorio. El Padre Jorge tiene el don de la palabra, es imposible no presenciar su misa y no escuchar, además desgrana la escritura dándole el significado con el que se escribió y como se sigue aplicando hoy (sí todos los padres hablaran así no se nos escapaba ni un cristiano).
El domingo de Pascua, como conté, estuvimos en las actividades de playa del Bristol, a las 11.30am se puso a llover. Las actividades al aire libre se suspendieron y todo el mundo se dispersó como si hubieran pateado un hormiguero. Así fue como quedé enfrente de la Iglesia a la hora que comenzaba la misa. Ya ahí, entré. Estaba llenísima, conseguí un puesto apretadito en la penúltima fila. El padre (que viene de otra misa) se demoraba. Entró una señora que no vio puesto y fue a quedarse parada atrás, obviamente, como me educaron mis padres, me paré y le hice señas para que tomara mi puesto. Decidí irme adelante a una esquina del altar para poder sentarme en la esquina del peldaño. Para mi sorpresa toda la primera fila estaba desocupada. Me senté, llegó el padre y, el señor que canta son su guitarra se sentó a mi lado. De repente, cuando menos lo esperaba, entraron Mar y Darío y, como la fila estaba vacía se sentaron a mi lado (que no hubiera sido posible en el otro puesto). Entre la guitarra y estar en primera fila, Mar estuvo toda la misa, de principio a fin, portándose como una princesa. Primera vez en su vida. ¿Casualidades consecutivas? ¡No lo creo! Como dice mi madre, Dioscidencias…
Ahora, SIENTO la necesidad de ir a misa semanal, si bien no sea lo domingos al menos seguro los miércoles. Me encanta escuchar la Palabra que, habla para todos en general pero a cada quien en particular. Así de cada homilía yo puedo sacar cual es el mensaje de la semana destinado a mí. ¡Y cómo me gusta!
A fin de cuentas, escrito está..
“Pedid y se os dará. Buscad y hallareis. Llamar y se os abrirá.” Lucas 11, 9
Pues bien, le pedí a la Virgen y me dio todos esos “algos” que me recuerdan las misas y todas esas Dioscidencias que me llevan de vuelta a “casa”. Llamé a la puerta y sin duda me la abrieron, porque buscada a Dios y lo hallé, o mejor dicho, El vino a mi encuentro…
Me encantò esta nueva experiencia tuya, Pao!!! Me alegro montones que hayas vuelto a «Su» casa; seràn muchas màs las bendiciones que recibiràs de El y su Virgen Madre!!! Un abrazo, chica bella!
Tìa Stella
Compartes tus experiencias como madre y aciertas, pero al hacerlo con las de tu fe aciertas doblemente. Sigue informándonos cómo te seguirá yendo con las Dioscidencias. Tal vez alguien más aprenda a ponerles atención porque «casualidad es el seudónimo que Dios escribe cuando no quiere poner su nombre».
Un abrazo.