Mi hija menor, Ana, tiene año y medio por lo que está en plena etapa del apego, salir de su vista viene seguido de llanto, no digamos salir de la casa con la cartera al hombro. Monta una escena que deja insignificante a la mismísima Sally Field.
Traté las dos maneras más comunes de irme en las mañanas.
Despedirme: El llanto y los gritos desgarradores eran como si la estuviera dejando en adopción o a la entrada del matadero.
Escabullirme: Ella se pasaba media hora buscándome por todos los cuartos bajo el llamado de “¡memé!” (que para mí es hasta que peor).
Necesitaba encontrar la manera de que ella supiera que yo me había ido pero sin la escena apoteósica y desproporcionada de la separación. Y… ¡la encontré!
Cada mañana, digo “¡a dar la vueltita!” y aparece corriendo con su sonrisa y sus dientes de “Chip ‘n Dale”, se me trepa como un mico y va despidiéndose con la mano de quien se encuentre. La monto al carro en su silla y le doy una vuelta a la cuadra, a los cinco minutos la regreso y la nana la recibe del auto con una galletita y se baja feliz, se despide de mí con su movimiento de muñeca y hasta me tira besito.
¡Ah, pues sí! Como bien dice el dicho «El que quiere celeste ¡que le cueste!». Me toca organizarme para salir diez minutos antes y poder cumplir con su vueltita y mi agenda pero… ¡Vale mil veces la pena! Es la manera efectiva que me permite lidiar con su apego y la despedida quedando las dos contentas y, sobretodo, tranquilas 🙂
¡Eres una genio, Paola! La de llantos que me hubiese ahorrado si se me hubiese ocurrido esto. La opción B siempre me pareció muy cruel (y la apliqué en mas de una ocasión), pues a ellos les sabe a traición. Y la A, bueno, según el día, pero por lo general (y entre más pequeños peor), cierras la puerta y te acabas sintiendo como si fueses la madre más cruel e inhumana del mundo.
Enhorabuena por tu blog, Paola. Me gusta tu frescura y honestidad en los temas que tratas.
Lo de los piojos, por cierto, otra genialidad. Después de gastar y gastar en productos que a saber qué porquerías llevan, probé lo del aceite de coco y ¡santo remedio! Además, les deja el pelo muy suave.
Un gran abrazo desde Barcelona.
ya ves, le di vueltas hasta que se me ocurrió esto y ambas estamos felices. ojalá se me hubiera ocurrido con Mar para ahorrarme esas despedidas pero más vale tarde que nunca.