Este es el primer año en que decidimos hacer una calabaza de Halloween (me antojé de ver la de Carolina y su hijo), «el chino» sólo tenía calabazas pequeñas pero, para experimentar (era primera vez para todos) compramos dos que estuvieron geniales para un buen rato.
Obviamente, necesitó ayuda, pero la idea es que lo hiciera mayormente sola así que, sacada la tapa, se puso a vaciarla (para lo pequeñas que eran todavía salen semillas por la casa)
Mami (entiéndase yo) se ocupó a punta de cuchillo hacerle la boca y ella marcó donde querían que fueran los ojos (porque la que le dio las vueltas a esa tuerca también fui yo, claro). Con la calabaza chica lo mejor fue hacer los huecos con una broca de taladro gorda.
Después de hecha la cara fue ponerle la velita, apagar la luz, y ella estar fascinada con su calabaza…
De iniciativa propia quiso pintarla y me parece estupendo que aplique su creatividad en cuanta ocasión tenga. ¡no puedo decirles lo feliz que quedó con la experiencia!
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Qué se necesita para hacer una mini-cabaza de Halloween
Una mini calabaza
Cuchillo de sierra (para sacar la tapa y hacerle la boca)
Cuchara (para vaciar la calabaza)
Broca gruesa (para que queden unos ojos perfectos)
Vela pequeña ¡para el look de linterna!
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Pero, ¿de donde viene la tradición de la calabaza de Halloween? como gran parte lo relacionado a la fecha, de una leyenda con varias versiones, aquí va una de ellas…
La Leyenda de «Jack of The Lantern»
Cuenta esta historia que al diablo le llegaron rumores de que había alguien con un alma casi tan oscura como la suya y, por supuesto, más rápido que corriendo se fue a ver si era cierto. Muy «a lo hombres» realizaron su encuentro en una cantina y se fueron de arranque. Cuando andaban los dos bien entonados el diablo descubrió su identidad a Jack y le dijo que venía a buscarle pa’ llevárselo a casa (al mismísimo infierno). Jack pidió de último deseo otra ronda pero, al ir a pagar ninguno de los dos tenía con qué. Jack retó al diablo a enseñar sus poderes y volverse moneda para pagar. El diablo (por borracho o pendejo, no sabemos a estas alturas) se convirtió en moneda y Jack se lo metió al bolsillo con un crucifijo. Para dejarlo salir de ahí le hizo prometer que no volvería por él en un año.
Un año más tarde llegó el diablo a buscarle y Jack le pidió esta vez de último deseo que le bajara la manzana más alta de un árbol. Por aquello de la última comida. El diablo que se subió y Jack que le talló un crucifijo al tronco y no le dejó bajar (ahí si ya que por pendejo). Esta vez le hizo el trato de que no lo visitara por diez años y que no reclamara su alma para el inframundo.
Antes de esos diez años Jack murió y se fue para el cielo pero, en las puertas de San Pedro le dijeron que «tuturú», que con semejante pasado ni se soñara que le iban a dejar pasar. Jack agarró sus bártulos y bajó al infierno pero, en la puerta le dijeron que «nanais cucas», que él tenía un pacto con el diablo y que por eso, allí, no podía entrar.
Jack, sin ir a parar ni al bien ni al mal, quedó condenado a deambular en pena sin descanso. Para alumbrarse el camino usaba una vela dentro de un nabo que la tradición pasó después a calabaza. Y ahí tenemos como «Jack el Tacaño» paso a ser «Jack el de la Linterna» y su nabo paso a ser la calabaza de Halloween…