Y comenzamos el corrido a los parques de Disney.
Lo primero fue instalar a todos en vehículos con ruedas y así, tanto Adrián como Mar, apenas se bajaban de su cochecitos (ojo: no vayan a Disney sin cochecitos para niños porque no les van a aguantar el ritmo) y mi padre, como tiene problemas con los pies, andaba con su silla motorizada que terminó dominando a las mil maravillas.
Como ven Disney es todo sobre filas. Aquí nos tragamos esta para tomarnos la foto con Mikey por eso de que es el personaje principal, de ahí en adelante ¡de lejitos, gracias!
Mar se rehusó a posar con Mikey pero cuando vio a Chip ‘n Dale (para ella «las ardillitas chiflis») hizo su fila, pidió autógrafo y posó para 20 fotos.
Como ya era hora de entrar en materia fuimos y nos tragamos el filón de 40 minutos para hacer el Kilimanjaro Safari. La verdad que es impresionante, en un recorrido de 20 minutos ves todas las especies de animales africanos sueltos por ahí. Jirafas, elefantes, hipopótamos, cebras, guepardos, leones, y claro, puercos salvajes y toda la variedad de «Bambies» de la sabana. Lo que a Darío a mí nos tomó una semana ver en Tanzania lo vimos aquí en un santiamén. Lo que más me llamó la atención fue ver la cantidad de rinocerontes, he viajado dos veces a Africa y solo pudo ver uno y muy de lejos. Lo que le estamos haciendo a esta especie… entre otras…
También montamos en el tren (que es bastante chorrada), vimos gorilas y comimos un emparedado tipo africano que, aunque Africa no es conocida por su gastronomía para nada, estaba bastante ‘delicioso’ comparado con las pizzas y hamburguesas y patas de pavo que había por todos lados. Mar se hizo un tatuaje de hena de lo más morisco que aun cuida con esmero para que le dure. Y caminando por ahí… nos dimos de frente con ¡el primer desfile de Disney! Describir la emoción de Mar es limitarla, le gritaba a cada personaje con todos sus pulmones, la sonrisa no le cabía en la cara y la adrenalina no se le bajó por una hora.
Mientras los desquiciados de los papás se tiraban de la montaña rusa del Everest (yo no entiendo las ganas de ponerse uno las tripas entre los dientes, el cerebro en los pies y las pelotas de aretes, pero vale, cada quien con lo suyo) entramos a ver el show de 3D de «It’s tough to be a bug» donde Mar entró en tal pánico a la mitad que nos salimos y no quiso ni entrar al show de Lion King (que les encantó a Caro y Adrián) y en vez, fue la niña más feliz del mundo mientras le hacían un retrato en caricatura con ‘cuerpo de sirena‘.
Su pintura y el desfile fue lo más atesoró del día, como hace unos meses estuvimos en el Bronx Zoo esta vez los animales no le volaron la cabeza. Lo que no dejó de preguntar desde que se levantó hasta a acostarse fue «¿cuándo veremos a Jake?», vamos, que el paseo va a ser en balde como no veamos al mequetrefe del piratita.
Llegar a casa era igualmente una emoción para mí porque, aunque ya le había hablado, era entonces cuando me entraba el internet y me llegaban al celular las fotos y vídeos de Ana y su día en El Valle.