Cuando veo a Mar y Ana que van forjando su relación de hermanas y amigas me babeo como perro.
Será porque son niñas, porque son cariñosas por naturaleza, porque las expresiones de amor son una constante en su vida, porque se caen bien o porque lo astros están alineados a mi favor; el caso es que Ana mira con admiración a su hermana mayor y Mar es de lo más protectora con su hermana pequeña.
Me encanta que están comenzando a jugar juntas –aunque eso requiere de mucha adaptación por parte de Mar porque Ana va bastante a su bola- pasando olímpicamente de los demás (lo que me da un respiro).
El domingo, las vi en el jardín y salí a inmortalizar el momento pero, fue verme las intenciones y ¡TARAAÁN! En un segundo Mar estiró el brazo como un resorte (no los puso en cruz porque se le caía la muñeca ¡que manía!) y Ana puso lo que creo que ella considera su sonrisa de foto -una mueca que incluye achinar los ojos, levantar la nariz y enseñar los dientes- que le sale más rápido que volando apenas me ve apuntándola con la cámara o el celular.
Ahora, no crean que siempre andan corriendo felices de la mano por el campo con trenzas al viento, vestido estampado, sonrisas y música de fondo igualito que en «La Casa de la Pradera» (¡Aja! ¿recuerdan a Melissa Gilbert como Laura Ingalls?).
Ana ha sacado el genio de mi suegra –la que fue Astrid Wolff- digo yo (claro, es más fácil echarle la culpa a la familia de Darío y ampararme bajo el paraguas de su madre que ya tenía la fama consagrada y no está para llevarme la contraria), y le dan unos ataques de rabia descomunales apenas le llevas la contraria, le quitas lo que tiene, o no puede ella quitarle a Mar lo que ella tenga. Entonces cambia la película romántica y la escena de terror es, más o menos, esta: Ana en el piso gritando “¡mío!” o “¡nnnnñoo!” y berreando a todo pulmón, Mar haciendo pucheros que evolucionan al llanto y yo, en el medio, cual bombero en incendio forestal con sólo una regadera.
Aun así tienen una facilidad del “borrón y cuenta nueva” que alucinas. Cuando las dos se cansaron de llorar se miran entre ellas y Mar dice “¡BESO!”, se entrelazan, se besuquean y se van como si nada, mientras, yo, todavía quedo con los nervios destrozados por una hora más….