Hace poco me encontré con un amigo que no veía en unos quince años y me soltó la de “Pero ¡si estás igualita!”, del alma me salió contestarle “Bueno… uno hace lo que puede con lo que tiene… y con lo que puede pagar…”
La semana pasada se me juntaron varios “mantenimientos” y ¡Madre mía! Si no es por “chana es juana “ y esto de “estar muy mona como si nada” ¡es un dineral!.
Por un lado: el Botox. Y sí, mantener a raya las arrugas requiere un poco “estate-quieto” facial –especialmente conmigo que soy más muequera que el mismísimo Jim Carrey y eso me marca el careto-. Lo justo, por lo que me lo hago con el Dr. Picard-Ami que es cirujano plástico con toda la experiencia para aplicarlo sin perder la apariencia natural (que Nicole Kidman solo hay una y ya las demás aprendemos que no hacer con verla). Por la respetable suma de $450.- ¡Puf! Menos mal que es cosa de cada 6 meses.
Y al día siguiente tocaba darle el cuidado mensual del cutis. Muuuuchos años de ponerme al sol como iguana sin protección -y hasta con aceite de cocina si fuera necesario- me tienen ahora bailando el hula-hula para apaciguar las manchas. ¡Toma!, $85 dolaretes en un ácido o raspadura al mes, aunque tengo que reconocer que representa tremenda mejoría…
Para rematar la teñida no podía seguir postergandose porque las canas andan y se van de recreo y al garete. Tocaba que poner un poco de disciplina en la cabeza. Es que una cosa es el look de las mechas californianas y otro andar con las raíces de Shakira. Así que, dale, ¡a hacernos las mechitas!, muy lindas y bien hechas pero por $100.-, que por lo visto cortarme el cabello no ha bajado el costo. Esas tocan cada cuatro meses (en verdad cada dos pero a mi me dan muchísima pereza las peluquerías).
Todo vino a caer la misma semana, no quiero ni ver cuando llegue la cuenta de la visa… y ¡comenzando el mes! Para rematar mi cremita fantástica (y carísima) de los ojos de La Mer no llega a fin de mes… Y eso que sólo son “mantenimientos” ¡ni pensar en los costos de un real make-over!
Cuando pensé que este mes ya no compraba ni un chicle, de sorpresa, me tocó comprar boleto a España para viajar, literalmente al día siguiente, a velar la salud de mi abuela. Pensamos que se nos moría pero parece que ella aun no quiere que sea su hora, claro, tampoco será su decisión… Por ahora, sí, les escribo desde la cafetería Valor, en Zaragoza, comienzo chocolate con churros antes de que a mi hermana Caroline y a mi nos toque nuestro “turno de damas de compañía” en el hospital…