Por lo visto en este duelo de titanes del mundo del cuento la única pelea sería a ver quién tiene más dientes, porque tienen la misma función sólo que para los de habla hispana es El Ratoncito Pérez mientras que para los anglos y germanos es el Hada de los Dientes.
Función: recoger durante la noche los dientes de leche que dejan los niños bajo la almohada y dejarles ahí mismo un dinerito o regalo. Yo siempre he sido de las del Ratoncito Pérez aunque, a medida que me hago mayor y le voy perdiendo la gracia a la fábula, me va pareciendo más una revenrenda cochinada de sólo pensarlo y preferiría que se escurriera en la cama de mi hija un hadita con alas, polvito luminoso y toda la chorrada made in USA incluida que el roedor en cuestión. Pero en la casa ya está determinado: el Ratón Pérez es…
Y es que a Mar ¡se le cayó su primer diente! Ya lo tenía flojo desde hace días pero en la escuela se quejó de que le molestaba y la Teacher el dio el último jaloncito. Menos mal y gracias al cielo que fue allá. Eso de decir «papá, o mamá, me quitaron el diente» hubiera venido acompañado de ríos de lágrimas y acusaciones implicitas y literales de abuso a menores, incomprensión y poco menos que tortura. Todavía andaría desvaneciendose por los sofás ante el atropello y la ofensa por parte de sus padres. En cambio, lo de «la Teacher Stephany me sacó el diente» como que la llena de orgullo, la hace sentir importantísima y fue el evento de la escuela con cartoncito y amigos aplaudiendo mientras ella le sonreía a la maestra para la foto. Así que mejor que fue en el colegio y todos contentos.
El viernes en la noche puso su diente feliz y confiada bajo la almohada y el sábado en la mañana abrió el adorable y pinche ojo a las 6:30 am y me despertó para que viéramos juntas que había traído el Ratoncito Pérez (yo quería matar de Mickey Mousse para arriba). Ahí estaba su sobre, con su nota, sus cinco dólares (que me parece una inflación desorbitante contra las cien pesetas que me dejaban a mí) y mi sonrisa de expectación en su cama que se me congeló cuando vi que a ella se le venía el alma a los pies…
Y es que parece ser que, a la UNICA amiga del colegio a la que ya se le ha caído un diente, el Ratoncito Pérez le trajo un poni de «My little Pony» y en eso es en lo «único» que ella venía pensando desde que le dieron el diente en la mano. Hubiera sido mucho más práctico que además de pensarlo se le ocurriera comentarlo en algún momento, obviamente. Una llamada de emergencia «al ratón» y unas diligencias apresuradas concluyeron que ella no había buscado bien por toda la cama y enredado en las sábanas estaba el poni de marras. En fin, la emoción le llenó el cuerpo y casi se le saltan las lágrimas de dicha (porque es intensa para todo) así que valió al pena la corredera de último momento…
Con sus cinco dólares fue a las Arrocha dispuesta a comprarse algo de menor valor porque con la plata «hay que gastar un poquito y ahorrar un poquito». Mientras se comía una bolsa de platanitos (su elección) me preguntó «mami ¿para qué hay que ahorrar?» como le explico yo a una niña de cinco años que «para cuando seas viejita porque en la segunda vuelta ni el Ratoncito Pérez, ni el Hada, ni Santa Claus, ni el Gato con Botas, van a dejarte por tus dientes ni un chequecito de jubilación ni dos reales…»
Pero lo bueno de la infancia es ser feliz, vivir despreocupada y, sin reparos ni complejos… ¡sonreír bocacha!