¡¡Finalmente llegó la noche del concierto de Son Miserables que tanto estuve esperando!!
No crean, que para seguir el arrepinche me salté un clase de la universidad y falté a la cenita de cumpleaños de mi hermana, pero ahí fuimos. Y para estar con tiempo (y tener parking en una zona dura para el parqueo) cenamos primero en restaurante arriba del teatro, en ATELIER donde, dicho sea de paso, comimos super rico todos así que se los recomiendo para una salida en el Casco Viejo cualquier noche.
Méritos a mis compañeros de grupo esa noche, dos parejas de amigos -una argentina y otra peruana-brasileña- que no habían oído en su vida de Son Miserables pero ahí estaban, metiéndole ganas al concierto también. Además por lo visto mis amigos «miserables» de la banda también estaban calentando motores en Atelier
Y llegó la hora del concierto… Un lleno total de fanáticos como yo que gritábamos las canciones a todo pulmón hasta que ahogábamos la voz de la banda. ¡Ahí no cabía ni una mosca! A mí que me recordaba a épocas como La Cantina, Sahara o el Festival de San Felipe, planes nocturnos bien noventeros cuando uno era joven y bello y no necesitaba cuatro días para reponerse de una noche como la del jueves. Pero nunca mejor dicho que ¡Nadie nos quita lo baila’o!
Gracias a Son Miserables por una noche tan como las de antes que fue como la próxima que queremos.
Nano, Horacio, Ibon, David, Riki, Javier quedamos con más…. ¡GANAS DE VERTE!