Vale, yo me lo busqué. Sí, sí, yo fui quien eligió mi regalo. Me dejé llevar por la imagen mental de paseos todos en familia en bicicleta al atardecer con risas, viento en la cara y flores y pan flauta en la canasta. De película ¿no? Pues no.
Se me olvidó tener en cuenta un pequeño detalle, uno se esos detalles que parecen minúsculos pero paran el sueño con música de fondo en seco y le dan una nueva proporción algo más histérica… En fin, se me olvidó contar con el detallito de que ¡¡yo no sé montar en bicicleta!!
Bueno, alguillo sé, pero más arte tiene un pato haciendo manualidades que yo montando bicicleta que no sea estática. Y, claro, mi marido nada más de verme parada encima en posición trípode tocando el suelo con la puntita de los pies y los ojos desorbitados se descojona de la risa (¡lo que hay que aguantar!), menos mal a Mar se le llenan los ojos de orgullo y me anima…
MAR: Muy bien, mami, ¡muy bien! ¡TU PUEDES! ¡Ya te estas acordando! Ahora sólo pon los pies en lo pedales y ¡suéltate!
YO: ¿Qué QUÉÉÉ?
MAR: Yo te tengo, mami, yo te agarro la bici..
¿¿Qué dice Darío?? No dice nada, n-a-d-a, porque está demasiado ocupado REVOLCANDOSE DE LA RISA hasta las lágrimas.
No podía quedar mal ante mis hijas así que me las apañé para cubrir unos 100 metros planos haciendo más eses que un borracho y, como ven, ganada hasta por Ana en triciclo. Otro reto que aun tengo que vencer es lo de las curvas, porque todavía tengo que llegar a una rotonda para ser capaz de dar la vuelta, pero ahí vamos, ahí vamos…
En fin, que con cada pedaleada chueca recordaba mi sueño inicial cuando se me ocurrió la estupidez de pedir una bicicleta «Yo tengo un sueño, Yo tengo un sueño» si eso le funcionó a Matrin Luther King (y su sueño sí estaba cabrón para ese entonces) a mi me tendrá montando bicicleta con canasta en un par de semanas. Todo es cuestión de visualizarse ¿no?… Socorro…