Este año decidí apuntar a las niñas en el Veranito del Valle. Todos estos días de concentrado de hijas -durmiendo juntas, alistándolas, llevándolas a las mil actividades, rellenándoles los espacios libre de la agenda, mediando peleas con el primo, detrás de ellas y ellas encima de mi cuello- los asumo como parte de mi visión de “hacerle memoria a mis hijas”. Porque, para una chica más bien de ciudad como yo, este exceso de actividades de campiña me toca bajármelo como quien se bebe un huevo crudo ¡sin pensarlo y todo pa’ dentro!
Quedo agotada cada día (no entro en detalle de las fachas y de como con este viento y humedad mi cabello está in-con-tro-la-ble), no paro un segundo, no es que duerma muy bien (bueno, soy de mal sueño siempre) pero aun así estoy TAN feliz de ver a mis hijas como se lo están pasando que vale la pena cada segundo (¿cada segundo? hmmm… lo que sí hay que ver es ¡como me fajo cada segundo!).
Mar está realizada y va con el primo a todas sus actividades
Ana también tiene su calendario y, aunque no hace absolutamente nada de lo que le organizan sino va jugando por ahí a su bola, está a punto de explotar de la dicha y le encanta los cambios de ambiente, porque claro, no hay nada como jugar en el patio y con los juguetes ajenos.
Sí se preguntan que por qué ando con la legua afuera, sin poder sentarme a escribir aquí (mejor dicho: sin poder sentarme. Punto) les pongo unas fotitos de sólo algunas de las actividades de este trepa-que-te-sube de veranito vallero.
Mar anda medio día a caballo, sea actividad del camp o no. Con la cuenta que me tiene la señora de los caballos ya puede ella irse de vacaciones a La Provenza mientras yo me limitaré al Valle.
Con este ventarrón de verano las tardes de cometa son fantásticas. Porque, claro, el viento sólo para cuando yo ando jalando al caballo bajo el solazo del medio día.
Cuando el día es tranquilo hay manualidades y pintura, lo que le encanta a Mar y sólo que…..
entre más competencias, correderas y circuitos…
Por supuesto, cuando el plan es de ir a subir el cerro y meterse en el río re-que-te-frío yo opto por acompañar y gozarme a Ana a sus actividades más calmaditas y dejarle «el senderismo» con Mar a otros (yo también tengo mis límites).
El programa tiene hasta “Feria Divertida” con inflables, caballos, juegos, actividades, pop corn, raspa’o, y hasta arroz con pollo.
Y, por si a los niños les quedó un poco de energía (porque los padres ya estamos más allá del bien y del mal) pues ahí viene el paseo en bicicleta que se traduce a: Mar en bici queriendo ir en el grupo de los primeros y yo al lado corriendo como una descosida (en contra de todos mis principios anti-deporte) para que no quede en un barranco porque eso de “mirar para el frente” como que no va con ella.
Menos mal que, para tener un poco de conversación de adultos y sentirnos algo “citadinas”, aunque estemos en unas pintas que distan de las esperadas en PTY, Rachel y yo coincidimos en la aventura y, después de las actividades, juntamos a la gallada de niños y aprovechamos para tomarnos un vinito o una cerveza. Nunca mejor dicho: ¡¡Happy hour!!
Tengo que reconocer que las organizadoras se lo bordan. Todo está clarísimo -desde el programa hasta el mapa- los teachers se ganan a los chicos enseguida, los niños se lo pasan genial, las actividades están pensadas para las edades y, lo que a mí me interesa (y por lo que me banco semejante palo) es que queda en la memoria de mis hijas. Mar recuerda el del año pasado y este lo ha vivido con, todavía, más conciencia e ilusión. Ana no se si lo recordará pero, sí puedo decirles que no puede estar más feliz.
Entonces, llega el fin de semana y ¡no es para descansar! Nos alcanza el papá y seguimos con la montada de caballo o los paseos en bicicleta. Zoológico, caminatas, brinca-brinca, picnic o terminar en la represa del río con los hermanos Policart y familias, en el corazón del monte, rodeados de exuberante vegetación y con un agua cristalina y… ¡jodidamente helada!
Por supuesto que yo fui ¡sin vestido de baño! Para ahorrarme las presiones con un “Ay, si hubiera traído bañador pues me metería pero, ¡ups!…se me olvidó…”
En fin, ya vieron el plan, y esto es como quien dice “para muestra un botón”. Sé -y no pongo en tela de duda- que tiene sus mil maravillas y el campo y todo eso pero yo, voy a llegar a la ciudad y me voy a parar en media Calle 50 al medio día a aspirar smoke, luego me pondré unos tacones (que no suelo usar pero de los que no me voy a bajar en una semana) y me iré a mall a lamer las paredes y besar su piso. Voy a pedir un Cosmopolitan (o dos) y, como va la cosa, creo que haré hasta lo impensable: ¡pasaré por una peluquería me haré un blower y me pintaré las uñas!