Ya ven, entre los días libres, lo que me toma procesar estos collage de fotos y un resfriado de caballo, vengo a subir la entrada de Navidad cuando el niño y el burrito sabanero hace rato que llegaron a Belén, los arbolitos de están secando, ya llegaron los estados de cuenta de la tarjeta de crédito y todo el mundo se declaró en dieta, pero ni modo, me agarraré del «más vale tarde que nunca»…
Primero que todo, obviamente, la cara de Mar cuando a las 7:30am aun muerta de sueño abrió el ojo y quiso ir a ver si estaban los regalos aunque andaba como zombie. Eso sí, fue cuestión de segundos lo que le tomó procesar que Santa y el Niño Jesús sí habían llegado.
Como no podía abrir regalos hasta que no estuviera Ana fue corriendo a su cuarto a despertarla. Ana, que como recordarán estuvo de farra la noche antes se despertó con ojos hinchados y cara de arrancada sin saber que diablos estaba pasando y a qué se debía la excitación de Mar ¿qué? ¿qué está pasando? ¿qué cosa? ¿un scooter? ¡y a mí que cuernos me importa! Pero fue otra que con mirar debajo del árbol quedó despejada.
Y, por supuesto, no podía faltar la foto de abrir los regalos con la mamá…
Y foto matutina del 25 típica de los papás…
A Ana todo le debió parecer muy mágico porque me pidió que fuera a buscarle al fondo del armario las alas de mariposa y su varita (y les juro que no se las regalaron ese día, que tenían meses en un cajón pero que no paró hasta que se las encontré) y no se las volvió a sacar en dos días.
Desde la mañana hasta la celebración de la tarde ella quería «volá». Y es que en la tarde tuvimos la celebración familiar del intercambio de regalos. Todos los años hacemos amigo secreto entre la familia y así sólo hacemos un buen regalo a una persona y no hay que matarse con cada quien.
Eso sí, este año el Amigo Secreto fue un fracaso. Otros años jugamos adivinanzas de cómo cada persona pensó en su amigo secreto y consiguió tal cosa y adivinen con esto quién me tocó. Este año la practicidad mató toda magia (que sólo seguía presente gracias a las pintas de Ana con las dichosas alas) y de rompernos la cabeza por el amigo secreto pasamos a las sugerencias y de ahí a la foto de exactamente quería cada quien hasta a abonar el propio regalo para que la otra persona lo sacara. Todo el intercambio duro 3 minutos porque no había que adivinar nada. Darío fue el único que pensó sin saber que Caroline ya había dicho que quería eso así que nadie le creyó que no había craneado solito. Para colmo a él tenía que regalarle mi padre quien dijo el día antes que él no jugaba amigo secreto así que no le regalo nada. Vamos, que si para todos este año el amigo secreto no tuvo gracia para él si fue un absoluto fiasco.
Incluyendo lo del amigo secreto fue una tarde divertida, hasta pasamos que el encargado del champagne trajera champaña colombiana (de los «internacionalmente conocidos viñedos paisas»), que mi familia junta ¡es una caja de música! Por cierto que un arcoiris precioso se veía desde el balcón en la tarde de verano, para acompañar a Ana y sus alitas en el toque mágico.
Eso sí, que como bien dice Guns ‘n Roses, que cada rosa trae su espina. Montar y desmotar tanto tenderete en la mañana y la tarde me dejó hecha polvo y arrastrando el resfriado del que aun no me libro. Pero feliz, que como vieron hasta conseguí mi foto navideña con el árbol donde todo el mundo sonrío por voluntad propia (lo que hacen los juguetes). Otras Navidad, otro año, como vuela el tiempo…